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27 Cuando se quiere dar amor, hay un riesgo: el de recibirlo. Moliere   por   Alguna
 
 
Adelaida 9/14/2009 | 10:22:34 AM  
 
Recuerdos inventados
¿Acaso hay otros?
Tags:
  cuento   relato            
 
 
Ahora mis recuerdos no son míos, son de otros.
Cada vez que intento contar algo que recuerdo, algo que pasó, mi hija me dice: “no, no era así mamá, no te acordás bien…”, y me corrige mis recuerdos.
Por extensión mis nietos hacen lo mismo, y así es como los recuerdos van siendo un recuerdo inventado, pero no sé si inventado por la familia o inventado por mí.
Lo que sí me acuerdo, y no preguntaré por las dudas no sean mis recuerdos, es que inventaba el modo en cómo contaba mis recuerdos; cuando se crían niños, los recuerdos se van amoralejando, se convierten los recuerdos en enseñanzas; todas puras mentiras, pura literatura, puras atrocidades para inculcarles hábitos, que luego se vuelven en contra, como por ejemplo el apego a la verdad, o sus consecuencias.
En esa otra vida, la de la juventud, las consecuencias tenían la apariencia de buenas de, ahora, se transformaron en el relato ficticio de los recuerdos inventados.
Así llegué virgen al matrimonio, “vos Abu, no entendés, porque vos llegaste virgen al matrimonio, ahora todo es distinto, no podés opinar”.
También conocí a un solo hombre. Nunca hice la locura de fugarme aquella vez, de la quinta de una tía, en la que mis padres me confinaron por haber tenido la desfachatez de enamorarme de alguien sin futuro, sino que estuve cuidando a la tía que estaba con un tipo rarísimo de enfermedad, por la que no tuve más remedio que desaparecer unos meses.
La vida inventada no concuerda muchas veces, claro, con los recuerdos inventados, la memoria se arma su propia minestrone y te alienta a poner más fideos en esa sopa que ya está bastante recalentada.
Nunca viví entonces, esos malos pasos entre las hermanas de la caridad, que hicieron que evitara las procesiones por miedo a sufrir un ataque de sinceridad anticlerical y se me ocurra gritar a voz de cuello, mi opinión sobre el comportamiento de esas madrastras del nazareno, razón que explicarían muy bien el por qué mis hijas no asistieron a colegios de mojas, ni mi hijo, al Colegio Salesiano, sino que, todo fue idea del difunto, y, que según yo, idea que le respeté, porque a los muertos se los respeta aún muertos.
De este modo mi marido pasó a tener varias vidas también, como mi memoria, una que yo no puedo admitir que tuve, pero que no sé si recuerdo o invento, pero que le hice vivir y decir a él: “Al papá, nena, no le hubiera gustado que fueras a ese colegio”, “nene, a tu papá lo hubiera disgustado mucho la ligereza con que te tomás la licencia de fumar”,
Luego, vienen los que te corrigen los recuerdos que vos tenes del difunto, “pero Adelaida, usted no se acuerda, pero Sarraceno fumaba hasta en el cine”, dicen, y yo amplío la mesa de saldos de recuerdos, diciendo: “no, la que no se acuerda es usted, eso hizo de chiste, un día, para molestar al acomodador que era tan maleducado que maltrataba a la gente, pero él odiaba el cigarrillo y la gente que fumaba, y cuando se lo veía fumar, era para dar una lección”.
Y así Sarraceno se convirtió en un héroe que se ocupaba de dar lecciones y de enseñar a la gente lo que no debía hacerse, todo, como algunos teoremas, con la demostración por el absurdo, fumaba para molestar, tomaba para molestar y hasta se murió del corazón para demostrar a los hijos lo que no se debe hacer con la salud.
Las procesiones me gustan como expresión de arte, como acto teatral, son un guión de la memoria de alguien que, como la mía, está diseñada con signos y actos de significados, diseñados para formar parte de un folclore, alejado del comportamiento racional y cercado al acto literario.
Atacan la víscera del cerebro por la vía directa a través del pensamiento cristiano, te entra por las tripas, es una sopa densa, de las que se te quedarán en la memoria no tanto como restos, sino como un concierto del que hay que participar.
Es el invento del recuerdo colectivo.
Sirven para que alguien, después, te corrija aquel año en el que no apareciste en la procesión porque te escondiste en con el hijo del dueño del almacén, mientras Sarraceno daba lecciones de cómo honrar a los santos, poniendo el hombro, para montar esa estatua de madera, mientras yo inventaba un recuerdo donde la montura era Adelaida, en la cama del hijo del almacenero, cantando loas al Santo, y gritando Aleluya.
 
Adelaida Sharp.
 
 
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  Comentarios: 4      
1- Exorto 7/18/2009 10:25:15 AM
Me gusta leerla Adelaida, me causa mucha gracia sus post.
 
2- JulioH 7/19/2009 12:30:17 AM
Genia!
 
3- Preludio 7/20/2009 12:04:32 AM
Muy divertido, gracias por compartirlo.
 
4- Citadino 7/25/2009 4:42:35 AM
Suerte que esta el aleman para echarle la culpa a tanta desmemoria
 
 
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